RELACIONES SANAS
Seguro que a todos nos encantaría poder decir que nuestras relaciones son sanas, es decir, que nos relacionamos sanamente con los demás. Pero, ¿qué es exactamente una relación sana?, ¿alguien sabe definirlo?, ¿alguien sabe realmente lo que es?, ¿alguien conoce algún ejemplo?, ¿alguien está seguro de llevar una relación sana, ya sea familiar, de pareja, de amistad, laboral, etc.?
Después de mucho indagar sobre el tema, podemos tratar de definir la relación sana como aquella en la que ambas partes se tratan como iguales, se aceptan, se respetan y se admiran mutuamente, al tiempo que se esfuerzan por el bien individual y común durante el tiempo que dura dicha relación (lo cual suele ser indeterminando a priori). Este tipo de relación potencia la individualidad y libertad de cada uno, reforzando nuestra autoestima y ayudándonos a crecer. Cada uno tenemos nuestro propio objetivo vital, y desarrollarlo en buena compañía, puede ser realmente gratificante.
Una vez que tenemos clara la idea, podemos analizar de una en una nuestras relaciones, o al menos, las más importantes, distinguiendo entre relaciones afectivas y no afectivas.
En un momento en el que quizás ya muchos nos hemos dado cuenta de que las relaciones no afectivas, como pueden ser las laborales, influyen en nuestra salud psicológica y física (por somatización), tanto o más que las afectivas (familia, pareja, etc.), cada cual puede analizar objetivamente las que más le preocupen.
También podemos distinguir entre relaciones impuestas, o elegidas (aunque todo es relativo). Es decir, a nuestra familia no la elegimos conscientemente, pero sí a la pareja (aunque solemos hacerlo de manera peligrosamente inconsciente). Paralelamente, a nuestro/a jefe/a no podemos escogerlo/a, pero a nuestro/a socio/a sí. Quizás aquí es donde está la clave:
¿Es sana la relación que mantenemos con nuestra familia?, ¿y con nuestro/a jefe/a? Si no lo es, nos vendría bien encontrar la manera de sanearla.
¿Es sana la relación con nuestra pareja?, ¿y con nuestro/a socio/a? Si no lo es, convendría que nos preguntásemos si nuestra elección ha sido buena, y en el caso de serlo, cómo podría mejorarla (pues si no lo fuese, lo más sensato sería finalizarla).
Parece complicado pero no lo es. Lo importante es tener clara la importancia de relacionarnos de manera sana y concienciarnos de nuestra responsabilidad para conseguirlo. Cuando una relación (de dos) va bien, ambos comparten responsabilidad, por ello al 50%. Si por el contrario, la relación, lejos de ser sana, es dañina o destructiva, ambos son igualmente responsables.
Al respecto de las relaciones que son impuestas (familia, jefe/a, vecindad, etc.), podemos pensar que no es por casualidad que nos haya tocado vivir determinada situación en dicha, cuanto menos, incómoda compañía. Al darnos cuenta de esto, podemos actuar para recuperar la armonía (incluso si nunca la hubo), siendo capaces de integrar todo el conocimiento necesario para mejorar nuestro recorrido por la evolución que, como seres humanos nos corresponde.
Suelen ser las relaciones más complejas, pero no por ello imposibles de mejorar. En realidad, la base de sustentación de cualquier tipo de relación es el respeto por nosotros/as mismos/as, pues los demás nos respetarán en la medida que nos vean respetarnos y que les enseñemos a hacerlo, poniendo los límites necesarios.
No es fácil respetarnos a nosotros/as mismos/as, cuando ni siquiera nos queremos porque aún no nos conocemos lo suficiente pero da mucho miedo ahondar en nuestro dolor pasado y defectos de carácter (es más cómodo no verlo). Lo que ocurre es que no queda otra. Para que nos respeten, primero debemos respetarnos nosotros/as, y para ello querernos a partir de conocernos. Hay varias opciones para hacer este desafiante viaje interior, desde los grupos de autoayuda y el coaching, hasta las constelaciones familiares y el rebirthing. Sin duda es fundamental partir de la auto-motivación, y para ello es imprescindible el cuidado diario de nuestro cuerpo y alma a través del deporte y la meditación.
Por otro lado, están las ya nombradas relaciones elegidas, o escogidas (pareja, socio/a, amistades, etc.). Si bien a primera vista parece que efectivamente somos nosotros/as quienes escogemos, no solemos hacerlo de manera consciente.
La amistad es un concepto que tiende a ser infravalorado por unos y sobrevalorado por otros. En el fondo a todos nos gustaría ser capaces de interiorizar que la amistad es un amor incondicional sin expectativas ni demandas en el que no dependemos del otro ni hacemos que el otro dependa de nosotros. Compartimos un tiempo, y cuando este llega a su fin, quisiéramos ser capaces de celebrar con gratitud los hermosos momentos vividos en lugar de crear ataduras motivadas por el miedo (igual en la pareja).
Si nos fijamos atentamente, es posible que nos demos cuenta de que la relación que tenemos con una determinada amistad no nos aporta nada, o incluso nos resta energía, o peor aún, nos daña. Si analizamos el comportamiento del otro, no es más que el reflejo del nuestro, incluso aunque a simple vista nos cueste verlo.
Por ejemplo, una determinada amistad puede tener tendencia a darnos consejos que no le hemos pedido, y nosotros/as a su vez tratamos de imponer nuestra opinión en cualquier situación. Ambas son actitudes controladoras, que llevadas al extremo, pueden ser altamente dañinas. Lo importante es darnos cuenta y hacer algo al respecto. En este caso ninguno está aceptando al otro (al no darle la opción a pedir un consejo en caso de que lo quiera; al no tener en cuenta su punto de vista), ninguno está respetando al otro (al no creerle capaz de hacer las cosas solo; al no dar como válida su opinión), y ninguno siente admiración por el otro (al invalidar su autosuficiencia y valor). Con este análisis nos damos cuenta de que, al menos en ese punto, la relación no es sana. Tenemos la opción de sanearla si creemos que su amistad nos interesa, o si no es así, dar por finalizada la relación antes de que nos hagamos más daño. Nuestro compromiso con nosotros/as mismos/as a partir de entonces sería tratar de elegir mejor a las amistades, para no vernos en la misma situación.
En cuanto a las relaciones de pareja, pueden ser tan gratificantes como destructivas.
Son relaciones en las que, por lo general, no somos conscientes de nuestras propias expectativas, deseos y juicios, y proyectamos en el otro la imagen ideal que nos hemos construido mentalmente.
Cuando surge un juicio con respecto al otro, en realidad se refiere a nosotros/as mismos/as, es decir, la pareja es el espejo que mejor nos refleja.
Es muy importante escoger una pareja adecuada, aunque ciertos mitos socialmente aceptados, lejos de ayudar, nos perjudican en dicho objetivo (el amor lo puede todo, el amor a primera vista es el verdadero, sólo hay un único amor en la vida, la pareja perfecta me llenará en todo, la atracción sexual tiene que ser amor, etc.). Pero la realidad no tiene absolutamente nada que ver con eso.
Nadie tiene la obligación de traernos la felicidad, ni podría hacerlo aunque quisiera. No podemos resolver nuestras necesidades dependiendo del otro, pues el verdadero amor nace desarrollando nuestra propia riqueza interior y compartiéndola. Generando nuestro amor hacia nosotros mismos tendremos mucho amor para dar y gran capacidad para recibirlo.
También es importante tener en cuenta, que una persona con la autoestima muy baja, querrá a otro para sentirse bien consigo mismo, mientras que una persona con la autoestima alta (que está orgullosa de sí misma, se cuida física y emocionalmente, no deja que otros abusen de él, toma acción y responsabilidad ante su vida), quiere a otro porque se siente bien consigo mismo.
Dejemos de ahogar nuestra soledad en una relación. Aceptemos y enfrentemos de una vez por todas nuestros miedos. Aprendamos a relacionarnos sanamente con nosotros mismos y a ser capaces de disfrutar de nuestra soledad.
A partir de ahí será más fácil entender que podemos aprender a elegir a nuestra pareja de manera consciente de aquí en adelante. Eso significa, nada más y nada menos, que responsabilizarnos al respecto de crear relaciones sanas, alejándonos de quien sea inadecuado.
Por suerte o por desgracia, ya a las pocas semanas de conocer a alguien podemos haber visto muchas señales que nos indican lo adecuada o no que puede ser determinada compañía, y actuar en consecuencia. Antes de empezar una relación es importante saber que los problemas más graves pueden venir de parejas en que uno u otro esté en situaciones como: adicciones, enfado/agresividad, victimismo, controlador compulsivo, disfunción sexual, inmadurez, emocionalmente no disponible, aún sin recuperar de su anterior relación y daño emocional de la infancia.
Por obvio que parezca, no es fácil ser objetivos cuando nos estamos enamorando. Por eso es importante tomarnos el tiempo necesario para analizar el comportamiento del otro, y paralelamente hacer varias preguntas clave para intentar conocerle mejor: pasado familiar/relación actual con su familia, razones por las que terminaron sus anteriores relaciones, lecciones aprendidas de sus experiencias, ética/valores/moral, actitudes sobre el amor/compromiso/comunicación, filosofía espiritual o religiosa, y proyectos o ambiciones personales y profesionales.
Enfocándolo de manera positiva, los requisitos básicos que debe reunir una posible pareja son: el compromiso con su crecimiento personal, apertura emocional, integridad, madurez y responsabilidad, alta autoestima y actitud positiva ante la vida. Aunque nos cueste admitirlo, sólo una persona que reúna estas características será capaz de querer a su pareja a largo plazo.
Además, es necesaria una gran compatibilidad y un alto grado de atracción (física, mental, emocional y espiritual), pues sólo así resonaran juntos. Es curioso como las relaciones más plenas suelen nacer de la amistad, pues en ellas hay comunicación y compatibilidad. Si además ambos comparten objetivos y valores similares, y tienen capacidad para la intimidad, esa pareja tendrá muchas probabilidades de desarrollarse sana y exitosamente.
Con esta información, sólo nos queda preguntarnos honestamente: ¿esta relación es buena para nosotros?, ¿nos permite desarrollar nuestro máximo potencial individual?… y a partir de ahí, actuar con plena responsabilidad al respecto de nuestra elección, antes de seguir adelante.
Cada uno de nosotros somos dignos de lo mejor que nos pueda ofrecer la vida, hoy, mañana y siempre. No nos conformemos con menos, elijamos bien y viviremos mejor.
Yo estoy en ello, y tú, ¿a qué esperas?
Ojalá un día todos podamos definir lo que es una relación sana a partir de nuestro propio ejemplo.
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