La leyenda de los
manuscritos
El evangelio de la
paz apareció en el siglo IV d. C. cuando una comunidad de anacoretas del
desierto de Calkis entregó a San Jerónimo varios manuscritos escritos en
arameo, quien aprendió hebreo y arameo para realizar la tarea de traducción.
Aquellos manuscritos revelaron supuesta mente enseñanzas desconocidas de Jesús
de Nazaret.
El conjunto de
manuscritos, conocido como el Evangelio Esenio de la Paz, fue a pasar
presuntamente a los archivos del Vaticano y a las manos de San Benito quien,
conmovido por su doctrina, creó una orden inspirada en ella (orden de los
benedictinos). Sin embargo habrían de pasar varios siglos antes de que viesen
la luz. Fue de la mano del lingüista, filósofo, psicólogo Edmond Székely con
una primera traducción al francés en 1925.
Contenido
En ellos se
encuentra un mensaje sorprendente y desconocido de un Jesús cercano al hombre
de nuestros días, conmovido por la Naturaleza y la Conciencia Global. Algo
nuevo respecto de los evangelios canónicos y que sin embargo resulta muy
familiar.
Jesús sería el
maestro que instruye sobre alimentación, recomendando dietas y ayunos
purificadores, que habla de higiene corporal, del respeto a la Vida y de la
Madre Terrenal que a todos no acoge:
“Pues en verdad os digo que de una misma madre procede cuanto vive en la
Tierra. Por tanto, quien mata, mata a su hermano y la carne de las bestias
muertas en su cuerpo, se convertirán en su propia tumba. Pues en verdad os digo
que quien mata se mata a a si mismo y quien como la carne de bestias muertas,
come el cuerpo de la muerte”.
Naturaleza, Ángeles
y salud.
El Maestro
fundamenta sus palabras en el mandato divino: “…igual que a ellos
he dado toda la hierba verde, así os doy a vosotros su leche. Pero no comeréis
carne ni la sangre que la aviva (…) Y vuestros cuerpos se convierten en los que
son vuestros alimentos, igual que vuestros espíritus se convierten, así mismo,
en lo que son vuestros pensamientos. No comáis nada que el juego, el hielo o el
agua haya destruido, pues los alimentos quemados, helados o corrompidos,
quemarán, helarán y corromperán vuestro cuerpo también”.
Según narra el
citado evangelio, alguien preguntó: ¿Cómo hacer nuestro pan diario sin
juego Maestro? A lo que Jesús respondió: “Dejad que los ángeles de Dios cuezan
vuestro pan: Humedeced vuestro trigo para que el ángel del agua lo penetre:
ponedlo entonces al aire para que el ángel del aire lo abrace también y dejadlo
de la mañana a la noche bajo el sol, para que ángel de su luz descienda sobre
él.
Y la bendición de los tres ángeles hará pronto que el germen de la vida
brote en vuestro trigo. Así comed siempre de la mesa de Dios los frutos de los
árboles, el grano y las hierbas del campo, la leche de las bestias y la miel de
las abejas. Todo más allá de esto es Satanás y lleva por los caminos del pecado
y la enfermedad hacia la muerte”.
Purificación del
cuerpo y el espíritu
Otra parte del
evangelio se basa en recomendaciones para purificar el cuerpo y el espíritu con
indicaciones sobre el beneficio del ayuno y de los lavados intestinales:
“Si dejáis que la palabra y el poder del Dios vivo penetren en vosotros,
no profanéis vuestro cuerpo y vuestro espíritu, pues el cuerpo es el templo del
espíritu y el espíritu es el templo de Dios (…) En verdad os digo que, a no ser
que ayunéis, nunca os librareis del poder de Satanás y de todas las
enfermedades que de él vienen:
Buscad el aire fresco del bosque y de los campos y en medio de ellos
hallaréis el ángel el aire. Inspirad entonces larga y profundamente para que el
ángel del aire penetre en vosotros. Pues en verdad os digo que sagrado es el
ángel del aire que limpia cuanto está sucio y confiere a lo maloliente un suave
perfume. Después buscad que el ángel del agua abrece todo vuestro cuerpo pues
expulsará de vuestro cuerpo toda impureza por fuera y por dentro.
Dejad que el ángel del agua os bautice por dentro; buscad una ancha
calabaza, colgarla de la rama de un árbol para que el agua fluya a través de
vuestros intestinos…dejad después que el agua salga de vuestro cuerpo y se
lleve consigo todas las impurezas. Renovad vuestro bautismo con agua mientras
dure vuestro ayuno. Y este bautismo sagrado por el ángel del agua supone
renacimiento a la nueva vida. Los ángeles del aire, del agua y de la luz del
sol son hermanos.
Yo os digo, hijos del hombre, honrad a vuestra Madre Terrenal y guardad
todas sus leyes para que sean largos vuestros días en esta tierra, y honrad a
vuestro Padre Celestial para que sea vuestra en los cielos la vida eterna. Y
vuestros hermanos son aquellos que hacen la voluntad de vuestro Padre Celestial
y de nuestra Madre Terrenal, y no vuestros hermanos de sangre”.
Madre Terrenal y
doctrina
En esta parte del
“evangelio”, alguien preguntó al supuesto Jesús quien era la Madre Terrenal,
contestando con una doctrina que parece formulada desde la concepción actual de
Gaia:
“Vuestra Madre está con vosotros y vosotros en ella. Fue ella quien os
dio vuestros cuerpos, y a ella se lo devolveréis de nuevo algún día. La sangre
que en nosotros corre ha nacido de la sangre de nuestra Madre Terrenal. Su
sangre se derrama de las nubes, emana del seno de la tierra, espumea en los
arroyos de las montañas, duerme en los lagos y se enfurece poderosa en los
mares. El aire que respiramos ha nacido del aliento de nuestra Madre Terrenal.
Su aliento es azul en las alturas de los cielos, revolotea en lo alto de las
montañas y susurra entre las hojas del bosque. La dureza de nuestros huesos ha
nacido de las piedras y de las rocas.
La luz de nuestros ojos y el oír de nuestros oídos nacen de los colores
y de los sonidos de nuestra Madre Terrenal, que nos abraza como las olas del
mar al pez o con el aire arremolinando a las aves. Sois uno con la Madre
Terrenal; ella está en vosotros y vosotros en ella. De ella nacisteis y en ella
vivís. Guardad, por tanto, sus leyes pues nadie puede vivir mucho ni ser
tampoco feliz, sino quien honra a su madre y cumple sus leyes, pues vuestra
respiración es su respiración, vuestra sangre, su sangre, vuestros huesos sus
huesos, vuestra carne su carne y vuestros ojos y oídos, sus ojos y oídos”.
Refutación de los
textos escritos
Alguien preguntó a
sobre cuáles eran las leyes de la vida. La respuesta fue:
“No busquéis la ley en vuestras escrituras, pues la ley es la vida. Dios
no escribió las leyes en las páginas de los libros, sino en vuestro corazón y
en vuestro espíritu. Se encuentran en vuestra respiración, en vuestra sangre,
en vuestros huesos, en vuestra carne y en cada pequeña parte de vuestro cuerpo.
Están presentes en el aire, en el agua, en la tierra, en las plantas, en las
profundidades y en las alturas. Todas esas cosas os hablan para que entendáis
la lengua y la voluntad del Dios vivo. En verdad os digo que las escrituras son
obra del hombre, mientras que la vida entera es obra de Dios”.
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